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La unidad en el cuerpo de Cristo es una de las verdades más profundas y hermosas del evangelio. Dios no nos llamó a vivir una fe aislada, sino a ser parte de una familia espiritual donde cada miembro es valioso y cumple un propósito. La verdadera unidad no significa que todos seamos iguales, sino que, en nuestra diversidad, reflejemos la plenitud de Cristo.
Somos miembros los unos de los otros (Romanos 12:1-8)
El apóstol Pablo nos recuerda que la iglesia es como un cuerpo, y cada uno de nosotros es un miembro de ese cuerpo. Ninguno puede decir que no necesita del otro, porque cada parte tiene una función única. Algunos sirven, otros enseñan, otros exhortan, pero todos edifican el mismo cuerpo. La verdadera unidad comienza cuando reconocemos que dependemos unos de otros para cumplir la misión que Dios nos dio.
La unidad no es uniformidad: la belleza del Yahad (Salmo 133)
El salmo declara: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” La palabra hebrea Yahad habla de una unidad que nace del corazón, no de la obligación. No se trata de uniformidad, donde todos piensan y actúan igual, sino de una armonía que respeta la diferencia. Esta unidad produce bendición y vida eterna.
La diversidad nos desafía, pero nos transforma (Efesios 4:16)
Pablo dice que el cuerpo “bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento.” La diversidad puede ser un desafío porque nos enfrenta a ideas, dones y formas distintas de ver la vida. Pero es justamente esa diversidad lo que nos enriquece, nos moldea y nos lleva a crecer en amor y madurez espiritual.
La unidad en el cuerpo de Cristo no significa ser clones, sino caminar juntos, valorando las diferencias y reconociendo que cada uno es esencial en el plan de Dios. La belleza de la iglesia está en su diversidad unida por el amor. Cuando permanecemos en unidad, el Señor derrama bendición y vida en abundancia.
Oración:
Señor, ayúdanos a vivir en unidad como cuerpo de Cristo. Enséñanos a valorar la diversidad de dones y a ver en nuestros hermanos un complemento para crecer en tu propósito. Que tu amor sea el vínculo perfecto que nos une. Amén.
Atentamente, Pastor Guillermo Ayala


