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Texto base:
“Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza…”
—1 Tesalonicenses 4:13-18
La vida eterna: nuestro destino seguro
1 Tesalonicenses 4:13-18, Juan 11:25
La vida eterna es la promesa gloriosa que sostiene nuestra fe. No vivimos con temor al futuro, sino con esperanza en la eternidad junto a Dios. Pablo exhorta a los creyentes de Tesalónica a no entristecerse como aquellos que no tienen esperanza. Nuestra tristeza por los que han partido es real, pero es una tristeza envuelta en consuelo, porque sabemos que los volveremos a ver.
Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25). En Él tenemos la garantía de que la muerte no es el final, sino el comienzo de una eternidad gloriosa con nuestro Salvador.
La promesa del regreso de Cristo
1 Tesalonicenses 4:16-17
Cristo prometió volver, y esa promesa sigue tan viva y firme hoy como cuando fue anunciada. El regreso del Señor es la mayor esperanza de la Iglesia. No esperamos un evento simbólico, sino un encuentro real y glorioso: “Porque el Señor mismo con voz de mando… descenderá del cielo… y los muertos en Cristo resucitarán primero.”
El regreso de Cristo no es solo una promesa profética, es una fuente de gozo diario. Vivimos en expectativa, sabiendo que en cualquier momento veremos a nuestro Rey cara a cara.
La seguridad en la presencia del Señor
1 Tesalonicenses 4:17-18
Pablo concluye diciendo: “Y así estaremos siempre con el Señor.” Qué palabras tan poderosas. No se trata solo de un evento futuro, sino de una relación eterna. Estaremos con el Señor, en su presencia, sin separación, sin dolor ni muerte. Esta es nuestra seguridad.
No importa cuán inestable sea este mundo, ni cuántas tormentas enfrentemos: nuestra ancla está firme en la esperanza eterna que Cristo nos dio. Su presencia es nuestro refugio ahora, y será nuestra plenitud por la eternidad.
Atentamente , Pastor Guillermo Ayala.


